viernes, 23 de julio de 2010

Ocultan la evidencia de la limpieza étnica


Extraido de Rebelión. Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens


La historia podrá ser escrita por los vencedores, como se dice que observó Winston Churchill, pero la apertura de archivos puede amenazar a una nación tanto como el descubrimiento de fosas comunes.

Ese peligro explica una decisión adoptada silenciosamente el mes pasado por Benjamin Netanyahu, primer ministro israelí, de ampliar por 20 años más el límite de 50 años durante los cuales los documentos se mantienen clasificados.

La nueva regla de desclasificación de 70 años es la reacción gubernamental ante los periodistas israelíes que han tratado de lograr, a través de los tribunales, acceso a documentos que ya deberían estar desclasificados, especialmente los que tienen que ver con la guerra de 1948, que estableció Israel, y la crisis de Suez en 1956.

El archivista jefe del Estado dice que muchos documentos “no son adecuados para el conocimiento público” y provocan dudas sobre “la observación del derecho internacional” por Israel, mientras el gobierno advierte que más transparencia “dañará las relaciones exteriores”.

Lo que significan realmente esas frases fue ilustrado por los resultados de una reciente investigación de un periódico israelí. Haaretz volvió a tratar la Guerra de los Seis Días de 1967, en la cual Israel se apoderó no sólo de los territorios palestinos de Cisjordania y Gaza, sino también de una parte importante de Siria conocida como las Alturas del Golán, que Israel todavía se niega a devolver.

El consenso en Israel es que el derecho del país a conservar el Golán es aún más fuerte que su derecho a Cisjordania. Según los sondeos, una abrumadora mayoría de israelíes se niega a conceder su trozo anexado de Siria, incluso si hacerlo asegurara la paz con Damasco.

Esta intransigencia no es sorprendente. Durante décadas, a los israelíes se les ha enseñado una grandiosa narrativa en la cual, después de repeler un ataque de fuerzas sirias, Israel permitió magnánimamente que la población civil del Golán viva bajo su dominación. Es el motivo, dicen los israelíes, por el cual los habitantes de cuatro aldeas drusas siguen allí. El resto prefirió irse por instrucciones de Damasco.

Un influyente periodista que escribió entonces llegó a insinuar que hubo antisemitismo por parte de los civiles que se fueron: “Todos huyeron, hasta el último hombre, antes de que las FDI [ejército israelí) llegaran, por miedo al ‘salvaje conquistador’. Idiotas, ¿por qué tuvieron que irse?”

Sin embargo, un cuadro muy diferente emerge de las entrevistas de Haaretz con los participantes. Esas personas informadas dicen que, con la excepción de 6.000, los 130.000 civiles del Golán fueron aterrorizados o expulsados físicamente, algunos mucho tiempo después del fin de los combates. Un documento del ejército revela un plan de erradicación de la población siria del área, exceptuando solamente a los drusos del Golán, para no afectar las relaciones con la comunidad drusa leal dentro de Israel.

Las tareas del ejército después de la guerra incluían la expurgación de miles de agricultores ocultos en cuevas y bosques para enviarlos al otro lado de la nueva frontera. Las casas fueron saqueadas antes que el ejército se dedicara a destruir todos los vestigios de 200 aldeas de modo que los antiguos habitantes no tuvieran a donde volver. Los primeros colonos judíos enviados a labrar los campos recordaban haber visto a sus dueños desposeídos que los observaban desde lejos.

La investigación de Haaretz presenta un informe sobre una limpieza étnica metódica y generalizada que se ajusta difícilmente no sólo a la historia tradicional israelí de 1967, sino también a la idea del público israelí de que su ejército es el “más moral del mundo”. Posiblemente esto puede explicar el motivo por el cual destacados, aunque anónimos, historiadores israelíes admitieron a Haaretz que habían conocido esa “narrativa alternativa” pero que no hicieron nada por investigarla o publicarla.

Lo que es tan fascinante en la versión del periódico de la captura del Golán es la medida en la que se hace eco de los informes corregidos de la guerra de 1948 que han sido escritos por generaciones posteriores de historiadores israelíes. Hace tres décadas –en una era más complaciente– Israel puso a disposición documentos menos confidenciales de ese período.

El nuevo material era suficientemente explosivo. Contradecía la narrativa tradicional de Israel sobre 1948, en la cual se dice que los palestinos se fueron voluntariamente por orden de los dirigentes árabes, en la esperanza de que los ejércitos árabes combinados acabaran con el incipiente Estado judío en un baño de sangre.

Al contrario, los documentos sugerían que fuerzas judías fuertemente armadas expulsaron y desposeyeron a cientos de miles de palestinos incluso antes de la creación del Estado judío y de que un solo soldado árabe entrara a Palestina.

Un documento en particular, el Plan Dalet, demostró la intención del ejército de expulsar a los palestinos de su patria. Su existencia explica la limpieza étnica de más de un 80% de los palestinos en la guerra, seguida por una campaña militar para destruir cientos de aldeas a fin de asegurar que los refugiados nunca volvieran.

La limpieza étnica es el tema común de ambas conquistas israelíes. Es casi seguro que un estudio más profundo de los archivos revelará en mayor detalle cómo y por qué fueron realizadas esas campañas de “limpieza” –que es precisamente el motivo por el cual el señor Netanyahu y otros quieren que los archivos sigan bajo llave.

Pero la plena revelación de esos documentos destructores de mitos podrá ser la condición previa para la paz. Ciertamente, más revelaciones semejantes representan la mejor esperanza de estremecer a la opinión pública israelí y sacarla de su oposición arrogante a concesiones significativas, a Siria o a los palestinos.

También es un primer paso necesario para cuestionar los continuos intentos de Israel de seguir con la limpieza étnica de los palestinos, como ha sucedido en las últimas semanas contra los beduinos en el Valle del Jordán y el Néguev, donde arrasan aldeas y vuelven a expulsar a las familias.

Los verdaderos partidarios de la paz deberían exigir que se abran de inmediato las puertas a los archivos. Todos deben ver los motivos de los que quieren mantenerlos bajo llave.

Jonathan Cook es un escritor y periodista que reside en Nazaret, Israel. Sus últimos libros son Israel and the Clash of Civilisations: Iraq, Iran and the Plan to Remake the Middle East (Pluto Press) y Disappearing Palestine: Israel's Experiments in Human Despair, (Zed Books). Su página web es www.jkcook.net.

Fuente: http://www.counterpunch.org/cook08192010.html

rCR

jueves, 22 de julio de 2010

Conversaciones de paz a la sombra de la demolicion de casas palestinas

Badil

Extraido de Rebeión.org. Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Mientras que el presidente Barack Obama presiona a los palestinos para que reinicien las negociaciones directas de paz y el primer ministro israelí Bibi Netanyahu aconseja altivamente al presidente de la Autoridad Palestina Mahmoud Abbas que no pierda esta oportunidad, las recientes demoliciones de casas dentro de los territorios palestinos ocupados e Israel continúan sin disminuir en lo más mínimo y sin que sean tratada esta cuestión.

Según la OCHA [siglas en inglés de la Oficina para la Coordinación de Asuntos Humanitarios], en julio y agosto se han producido la mayor cantidad de demoliciones de este año. Por lo que se refiere a finales de julio, la OCHA informa de que desde principios de 2010 las fuerzas israelíes han destruido más de 230 estructuras lo que ha afectado y/o desplazado a más de 1.100 palestinos, incluyendo 400 niños. Más del 50% de esta destrucción tuvo lugar solamente en el mes de julio. La OCHA comenta además que la Administración Civil Israelí redoblará las demoliciones en Cisjordania por orden del ministro israelí de Defensa.

En el valle del Jordán las fuerzas israelíes han demolido dos veces en 10 días el pueblo de al-Farisyia, la primera vez el 19 de julio y de nuevo el 5 de agosto. La consecuencia de ello ha sido la destrucción de 116 estructuras y el desplazamiento de 129 personas, de las cuales 63 son niños. En la segunda ronda de demoliciones 10 estructuras que no habían resultado dañadas previamente se demolieron además de otras 27 estructuras y materiales proporcionados por el Comité Internacional de Cruz Roja. Israel ha contradicho de manera flagrante su retórica pacifista emitiendo otras órdenes de demolición para que se cumplan los días 15 y 16 de agosto.

Además, las autoridades israelíes están demostrando ser cómplices en las actividades de los colonos judíos en el Barrio Musulmán de la Ciudad Vieja de Jerusalén. A primeras horas de la mañana del 29 de julio varios colonos judíos tomaron al asalto la casa Kirrech, en la que viven nueva familias palestinas, sin que hubiera ninguna sanción. Solamente a una de estas familias se le ha autorizado por medio de una orden judicial la restitución de su casa. Las otras ocho siguen estando desplazadas mientras esperan que un tribunal demuestre su caso.

Aunque los organismos de la ONU han condenado estas demoliciones, en ausencia de medidas procesables, las solas condenas no hacen que se cumplan las obligaciones de las Naciones Unidas de mantener la paz y la seguridad, y de garantizar el respeto por los derechos humanos y las libertades fundamentales. Según el derecho internacional, el Estado está obligado a impedir, investigar y poner remedio [a estas situaciones], y cuando no lo hace, la comunidad internacional es responsable de proporcionar una protección eficaz a las víctimas. La violencia por parte de actores no estatales (los colonos) no se debería considerar meras acciones provocativas sino parte de una política más amplia respaldada por la autoridad del Estado. Al limitarse a la retórica, la Naciones Unidas, los Estados y las organizaciones internacionales no responden adecuadamente a las violaciones de los derechos humanos por parte de Israel que exacerban la crisis humanitaria al tiempo que minan el proceso de paz.

De hecho, aunque se considerara que las recientes declaraciones de Netanyahu son sinceras, las acciones de Israel suponen un rechazo flagrante del proceso de paz y de los documentos sobre los que se sustenta, incluyendo los Acuerdo de Oslo que reservan las colonias como una cuestión del estatuto final y la Hoja de Ruta que prohíbe rotundamente la expansión de las colonias.

Bajo la cobertura de sus llamamientos a reiniciar las negociaciones de paz, Israel también está infringiendo los derechos de sus propios ciudadanos palestinos. Las fuerzas israelíes también demolieron 4 veces desde el 27 de julio al 17 de agosto al-Araqib, un pueblo beduino en el [desierto de] Negev, y desplazaron a 300 ciudadanos palestinos de Israel a principios del sagrado mes de Ramadán con lo que les han obligado a soportar el inmenso calor al tener que vivir al aire libre en lo alto de su cementerio. Según el parlamentario Talab al-Sana, “esto es una prueba de democracia en Israel y la democracia está fallando. Al Araqib es una prueba de hasta qué punto los israelíes pueden vivir en paz con sus propios ciudadanos palestinos; así que, cómo puede [Israel] vivir en paz con palestinos [dentro de Palestina]”.

Las demoliciones y la negación de los derechos humanos básicos, como el de la vivienda, son características del régimen de apartheid de Israel y un indicativo de las causas originarias de las actuales crisis humanitarias en los territorios palestinos ocupados. En el mejor de los casos, las recientes demoliciones se pueden considerar intentos de colonización; en el peor de los casos se pueden interpretar como una limpieza étnica.

Teniendo en cuenta estas acciones, no se puede sino dudar de la buena fe que sustenta los más recientes llamamientos a [reanudar las] negociaciones de paz. Hacemos un llamamiento a los Estados, a los organismos de la ONU, a las organizaciones internacionales y a la comunidad internacional en su conjunto para que reconcilien las negociaciones de paz con el derecho humanitario y de los derechos humanos en un esfuerzo por crear un entorno en el que se pueda buscar realmente la paz en vez de hablar falsamente de ésta a la sombra de demoliciones y de desplazamientos.

Fuente: http://www.badil.org/en/press-releases/135-2010/2555-press-eng-024


viernes, 16 de julio de 2010

boda gitana

Bueno, ya estamos de vuelta tras unos cuantos de días de desconexión total por las galicias y pueblo del camach. Playita y arena hasta sangrar, tiempo fresquito y licor café...nada mal. Que lo de la boda definitivamente será para el último finde de julio, el del 30. Es dificil cuadrar fechas para que todo el mundo pueda, pero creemos que esta es la más viable. Así que nada, ya somos un eje que organizamos (jajaja) y la cosa va palante. Lugar, en principio sigue en pie lo de las lagunas de ruidera, que hay acampada libre aunque hay que ver el tema de los coches. Bueno malayerbers, se os echa de menos. Nos vemos pronto.
besiño!

jueves, 8 de julio de 2010

¡Ya tenemos blog!

Después de planteárnoslo durante algún tiempo, hemos decidido mantener un blog para abrir otro canal de comunicación con nuestr@s compas de facultad. Sin embargo, seguimos creyendo que la mejor forma comunicativa es la directa, a través del local, de conferencias y de nuestra presencia diaria en la facultad. De hecho instamos a tod@ aquella que se sienta, en alguna medida, identificad@ con nosotr@s a que se pase por el local y nos pregunte personalmente cúal es nuestra actividad. No queremos que internet, en vez de ser una herramienta comunicativa, se vuelva en nuestra contra, produciendo un autismo social ya bastante patente en el Madrid que conocemos. Pues eso, alegría, rebeldía y mucha biología (y ambientales también, que siempre se les excluye y valen mucho).